Me encontraba entonces, en medio de aquel océano de palabras nunca dichas,
de sentimientos atorados dentro de mi alma sumergida
que lentamente se hundía entre las oscuras y frías olas del miedo y la autocompasión.
A lo lejos, desde la orilla, un roto corazón dejaba huella sobre la arena,
esperando el susurro de mi agonizante voz diciendo las palabras que el rugir del mar escondió entre la espuma.
(Sam Mezylv 140115)
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